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Pensadores ilustrados

pensadores ilustrados


¿Qué pensaban los filósofos ilustrados acerca de la situación política de las naciones europeas? En Inglaterra, durante el siglo XVII, algunos filósofos, como Thomas Hobbes y John Locke, hicieron aportaciones al pensamiento político liberal y fueron precursores de las ideas de la Ilustración.


Hobbes planteaba que las personas debían establecer acuerdos con sus gobernantes para que ellos mantuvieran el orden a cambio de que el pueblo respetara su autoridad.


Por su parte, Locke explicaba que la obligación del gobierno era garantizar los derechos naturales a la vida, la igualdad, la libertad y la propiedad. Según él, los levantamientos sociales se justificaban si no se garantizaban estos derechos.


En Francia, el pensamiento ilustrado alcanzó una enorme relevancia en el ámbito político. El barón de Montesquieu, un filósofo y politólogo francés, propuso que, para evitar el poder absoluto de una sola persona, el Estado debía estar dividido en tres poderes: Ejecutivo, Legislativo y Judicial. Sus ideas siguen vigentes, pues en la actualidad los Estados democráticos están basados en la división de poderes.


Por su parte, Jean-Jacques Rousseau elaboró una teoría para explicar el origen del poder político. Para este filósofo francés, el ser humano es bueno por naturaleza, pero ha sido corrompido por la vida en sociedad.


Por ello, Rousseau sostenía la necesidad de establecer un Estado que garantizara la convivencia de las personas y estuviera regido por un contrato entre la población y sus dirigentes, al que llamó contrato social. Rousseau consideraba también que el pueblo debía ser libre para elegir a sus gobernantes.


Immanuel Kant, otro filósofo de esa época, pensaba que el ser humano tiene una dignidad que siempre debe ser respetada. Por ello sostenía que se debe tratar a las personas como fines en sí mismas y nunca como medios o herramientas para otras cosas. Además, consideraba que había llegado el momento de que la humanidad se liberara del dogmatismo, examinara todas sus creencias a la luz de la razón y se hiciera dueña de su destino.


Entre 1750 y 1775, dos ilustrados franceses, Denis Diderot y Jean D’Alembert, dirigieron una obra monumental que pretendía organizar y sintetizar metódicamente todo el saber humano: La Enciclopedia o Diccionario razonado de las ciencias, artes y oficios (figura 1.16).


En ella fueron impresas y transmitidas las ideas de los filósofos ilustrados. El objetivo primordial de esta obra era impulsar y difundir ampliamente el conocimiento para que llegara a todos los sectores de la sociedad.


Ciertas ideas ilustradas influyeron en el pensamiento de algunos monarcas absolutos de Europa del siglo XVIII, como los de España, Prusia, Austria y Rusia, que las adoptaron y las apoyaron al fomentar la educación y cultura dentro de sus naciones.


Estos monarcas se convirtieron en patrocinadores de científicos, filósofos y artistas, pues al impulsarlos pretendían consolidar su poder y colocarse a la cabeza de otras naciones. Además, promovieron la fundación de institutos y academias científicas. La mayoría de los gobernantes estaba a favor de un gobierno más racional y menos religioso.


A pesar de que eran partidarios de mejorar las condiciones de vida de sus súbditos, es- tos monarcas no aceptaron la participación de la sociedad en las decisiones de Estado y mantuvieron centralizado su poder. A esta nueva forma de monarquías absolutas, con la influencia de las ideas de la Ilustración, se le conoce como despotismo ilustrado, y a sus monarcas, como déspotas ilustrados.


Algunas de las ideas más importantes de la Ilustración eran incompatibles con el despotismo ilustrado. Pensadores como los franceses Jean-Jacques Rosseau y Charles Montesquieu, así como el inglés John Locke, sostenían que era necesario limitar el poder de los gobiernos sobre los individuos.


Consideraban que para lograr que los gobernantes respondieran a los intereses del pueblo era indispensable promover la libertad de expresión y crear formas legales que reconocieran y dieran cauce a la voluntad de la mayoría de la gente que vivía bajo su gobierno.


Con las teorías y doctrinas ilustradas, que enfatizaban la importancia de la libertad, nació una corriente de pensamiento que se denomina liberalismo político y que persiste hasta nuestros días. Las doctrinas liberales consideran que el problema central de la política es proteger y promover la libertad de los individuos.


En particular, los ilustrados buscaban liberarse de la imposición de una sola religión y de la servidumbre frente a los privilegios de los monarcas y los aristócratas. Además, consideraban que era importante que las facultades del gobierno estuvieran limitadas por leyes que lo obligaran a respetar ciertos derechos básicos. 


Las ideas de la Ilustración impulsaron cambios económicos en el mundo y el surgimiento de movimientos revolucionarios liberales en la segunda mitad del siglo XVIII y la primera mitad del XIX. Estas revoluciones cambiaron por completo las ideas, estructuras y relaciones políticas, económicas y sociales de las naciones europeas y sus colonias.


A partir de estas ideas de igualdad y libertad, aparecieron las primeras democracias liberales bajo la forma de nuevos sistemas políticos, como el republicano, que surgió en Estados Unidos de América y en las nuevas naciones latinoamericanas, y las monarquías parlamentarias, que prevalecieron en Inglaterra y Francia durante gran parte del siglo XIX.


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