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Tiempo y Poder - Visiones de la Historia

Este libro se centra en cuatro momentos. Comienza con la lucha entre Federico Guillermo de Brandemburgo-Prusia (1620-1688), también conocido como el Gran Elector, y sus Estados provinciales tras el final de la guerra de los Treinta Años, examina cómo dichas disputas invocaban temporalidades marcadamente antagónicas, y sigue el rastro de sus consecuencias en la emergente historiografía de Brandemburgo-Prusia. Yo argumento que el reinado del Elector se caracterizó por la conciencia del presente como un inestable umbral entre un pasado catastrófico y un futuro incierto, donde una de las principales preocupaciones del soberano era liberar al Estado de los enredos de la tradición para poder elegir libremente entre distintos futuros posibles.

El segundo capítulo se centra en los escritos de historia de Federico II, el único monarca prusiano que escribió una historia de sus propios territorios. En él se argumenta que el rey se apartó conscientemente de la conflictiva visión del Estado que imperaba en la corte de su bisabuelo, el Gran Elector, y que ese distanciamiento reflejaba tanto la nueva constelación del poder social que sustentaba el trono prusiano como la idiosincrática forma que tenía Federico de entender su propio lugar en la historia. En vez de la historicidad proyectada hacia adelante del Gran Elector, yo sugiero que Federico imaginaba, tras la firma de la Paz de Westfalia, una situación de inmutabilidad que asumía una temporalidad neoclásica, un estado invariable, donde predominaban los motivos de la intemporalidad y de la repetición cíclica, y donde el Estado ya no era un motor del cambio histórico, sino un hecho históricamente inespecífico y una necesidad lógica. 

El capítulo 3 es un estudio de la historicidad de Bismarck tal y como él la formuló en sus argumentos, su retórica y sus técnicas políticas. Para Bismarck, el estadista era el responsable de tomar decisiones, arrastrado hacia adelante por el torrente de la historia, y cuya tarea consistía en gestionar la interacción entre las fuerzas desencadenadas por las revoluciones de 1848, al tiempo que defendía y protegía las estructuras y las prerrogativas privilegiadas del Estado monárquico, sin las que la historia amenazaba con degenerar en simple tumulto. En ese capítulo argumento que la historicidad de Bismarck se debatía entre su compromiso con la persistencia atemporal del Estado y el ajetreo y los cambios de la política y la vida pública. El derrumbe en 1918 del sistema que creó Bismarck trajo consigo una crisis de la conciencia histórica, dado que destruyó una modalidad de poder estatal que se había convertido en el punto focal y en el garante del pensamiento y la conciencia históricos.

El capítulo 4 argumenta que entre los herederos de dicha crisis estaban los nacionalsocialistas, que iniciaron una ruptura radical con la idea misma de la historia como una incesante «iteración de lo nuevo». Mientras que la historicidad de Bismarck se basaba en el presupuesto de que la historia era
una secuencia estructurada compleja, que se precipitaba hacia adelante, de situaciones siempre nuevas y no preordenadas, los nazis sentaban los cimientos de las aspiraciones más radicales de su régimen en una profunda identidad entre el presente, un pasado remoto y un futuro remoto. El resultado fue una modalidad de historicidad del régimen que carecía de precedentes en Prusia-Alemania, pero que además era bastante diferente de los experimentos temporales totalitarios de los sistemas fascista italiano y comunista soviético.

Tiempo y Poder - Visiones de la Historia



Así pues, el objetivo de este libro es invertir el proyecto planteado en el libro Régimes d’historicité de François Hartog, y explorar en cambio la historicidad de una reducida selección de regímenes. Esa tarea puede llevarse a cabo por el procedimiento de examinar el modo en que las estructuras oficiales del Estado –los ministerios, los mandos militares, las cortes electorales y reales y las burocracias– gestionaban el tiempo, se posicionaban en la historia, e imaginaban el futuro, aunque ello suscitaría preguntas sobre si es posible asumir que el término «Estado» denota algo que estuvo presente de forma continua en el mismo sentido a lo largo del periodo que abarca este libro.

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